La Iglesia necesita muchos y cualificados evangelizadores que, con nuevo ardor, renovado entusiasmo, fino espíritu eclesial, desbordantes de fe y esperanza, hablen cada vez más de Jesucristo.
Pero, si vais a ser eficaces predicadores de la Palabra, debéis ser hombres de fe profunda, y a un tiempo oyentes y operadores de la Palabra (San Juan Pablo II).
Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, como fiel probador de la palabra de la verdad.
El sólido fundamento puesto por Dios se mantiene firme (2Tim 2, 15 . 19).